La leyenda del barril de ladrillos

Hace unas noches tuve una especie de epifanía, de revelación. Uno de estos memes que circulan a Internet me hizo reflexionar y volver a pensar en los clásicos (en concreto, se trataba de una fotografía con una estatua de Cicerón con una leyenda que, en letras grandes, decía “Tu opinión me importa una mierda”, y ya más pequeño, decía “pero Cicerón, no podemos poner eso. Bueno, entonces ponle “mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo”). De manera que hoy me he decidido por una leyenda muy querida por mí, clásica y contundente. Hoy presentamos: “La relativamente real leyenda del barril de ladrillos”.

El barril de ladrillos

Las leyendas urbanas son historias simplemente demasiado buenas como para ser verdad. Así que hay mucha costumbre de apropiárselas. En este caso, se trata de una leyenda que yo mismo me llegué a creer hace muchos años, no sé si porque vi un supuesto documento en el que aparecía la supuesta narración original. En cualquier caso, contaremos los acontecimientos y después daremos las explicaciones pertinentes. La historia es básicamente sencilla: un accidente de un albañil, pero el suceso concreto relatado tiene una cierta complicación. Recomendamos la máxima atención porque merece la pena.

Escrito de un albañil a su compañía aseguradora, explicando la naturaleza de sus lesiones y cómo se produjo el accidente.

Éste es un caso verídico cuya transcripción fue obtenida del archivo de la aseguradora.

Excelentísimos señores:

En respuesta a su pedido de informaciones adicionales donde me piden que dé una declaración más detallada, les envío la presente esperando que lo que sigue aclare de una vez por todas sus dudas:

Soy albañil desde hace diez años. El día del accidente estaba trabajando sin ayuda colocando los ladrillos en una pared del sexto piso del edificio que está construyendo la compañía en la que trabajo.

Finalizada mi tarea, verifiqué que habían sobrado aproximadamente 250 Kg de ladrillo. En vez de cargarlos hasta la planta baja a mano, decidí colocarlos en un barril y bajarlos con ayuda de una roldana (polea) que felizmente se hallaba fijada en una viga en el techo del sexto piso.

Bajé hasta la planta baja, até el barril con una soga y, con la ayuda de la roldana, lo levanté hasta el sexto piso, atando el extremo de la soga en una columna de la planta baja. Luego subí y cargué los ladrillos en el barril. Volví a la planta baja, desaté la soga y la agarré con fuerza de modo que los 250 Kg de ladrillo bajasen suavemente (debo recordar que en mi primera declaración indiqué a la policía que mi peso corporal es de 80 Kg). Sorpresivamente, mis pies se separaron del suelo y comencé a ascender rápidamente arrastrado por la soga. Debido al susto perdí mi presencia de espíritu e irreflexivamente me aferré más aún a la soga, mientras ascendía a gran velocidad.

En las proximidades del tercer piso me encontré con el barril que bajaba a una velocidad aproximadamente similar a la de mi subida, y me fue imposible evitar el choque. Creo que allí se produjo la fractura de cráneo.

Continué subiendo hasta que mis dedos se engancharon dentro de la roldana, lo que provocó la detención de mi subida, pero también las fracturas múltiples de los dedos y de la muñeca. A esta altura (de los acontecimientos), ya había recuperado mi presencia de espíritu y, pese a los dolores, continué aferrado a la cuerda. Fue en ese instante que el barril chocó contra el piso, su fondo se partió y todos los ladrillos se desparramaron.

Sin ladrillos el barril pesaba aproximadamente 25 Kg. Debido a un principio simplísimo comencé a descender rápidamente hacia la planta baja. Aproximadamente al pasar por el tercer piso me encontré con el barril vacío que subía. En el choque que sobrevino estoy casi seguro se produjeron las fracturas de tobillos y de nariz. Este choque felizmente disminuyó la velocidad de mi caída, de manera que cuando aterricé sobre la montaña de ladrillos sólo me quebré tres vértebras.

Lamento sin embargo informar que, cuando me encontraba caído encima de los ladrillos, con dolores insoportables, sin poder moverme y viendo encima de mí el barril, perdí nuevamente mi presencia de espíritu y solté la soga. Debido a que el barril pesaba más que la cuerda, descendió rápidamente y cayó sobre mis piernas, quebrándome las dos tibias.

Esperando haber aclarado definitivamente las causas y desarrollo de los acontecimientos, me despido atentamente.

Esta traducción, algo redicha, la recogí de http://www.mmur.net/gallego.htm donde se decía que era una historia real que le había sucedido a un albañil gallego. Hay versiones que varían en datos como el peso del albañil, que en la versión que publicaba Jan Harold Brunvand en su libro era de 70 Kg. Este experto en folklore trazó el origen de esta versión aproximada de la leyenda hasta una compañía aseguradora en San Antonio donde se distribuía en fotocopias y faxes (¿alguien se acuerda del faxlore que comentamos hace unos días?). Pero el origen está lejano incluso a la tecnología del fax: una versión en verso estaba en circulación en el English Music Hall a cargo de Dick Gaughan, un cantante y autor escocés. En el 69 Pat Cooksey escribió una versión más elaborada, http://www.patcooksey.com/lyric_the_sick_note.html, y la cantaba al son de la melodía de “The garden where the praties grow”

(https://www.youtube.com/watch?v=IyqXcHeUg5s).

El grupo turco – no, es broma- irlandés The Dubliners también versionó este tema:

https://www.youtube.com/watch?v=T_Vfxuk8x_A

En los años 30 y 40 Fred Allen, un cómico americano, hizo un sketch en la radio con esta historia. Ese es el origen más lejano, pero multitud de cómicos repitieron la historia, que se contó en teatro, se publicó en revistas y dio vueltas y vueltas al mundo.

Probablemente la última oleada de popularidad se la proporcionasen los Premios Darwin: allí hay colgada una versión del 98 con los pesos en libras, en el que, por ejemplo, el barril vacío resulta ser mucho más ligero (apenas 20 libras, unos 9 kg).

La historia es magnífica, y efectivamente, demasiado buena como para ser verdad. Y es, claro, una gran forma de celebrar Santa Edilburga de Ebreuil, San Fermín y San Willibaldo de Dryopolis.

Esto lo contamos el 7 de julio de 2016 en M80 Radio, en La Noche es para Mí, con Miguel Coll.

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